2. ENCUENTRO 2º: DIOS ES NUESTRO PADRE

Encuentro con padres en versión word
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Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón

está inquieto hasta que descanse en ti (san Agustín)

 

      A)INTRODUCCIÓN

-     En este encuentro se reflexiona sobre el núcleo catequético II (“Dios es nuestro Padre”) del Catecismo Jesús es el Señor (pág. 18-29). Se corresponde con los temas 4 al 7 de Jesús nos quiere (pág. 22-38), Creo en Jesús (pág. 23-46) y Queremos ver a Jesús (pág.25-44).

 

B)  OBJETIVOS:

-    Que los padres tengan una preparación sobre el núcleo II del Catecismo Jesús es el Señor para que puedan acompañar a sus hijos en estos contenidos.

- Que los padres tomen conciencia de las consecuencias de creer o no en Dios.

-     Caer en la cuenta de que el Dios de los cristianos es un Padre bueno que nos acompaña en el camino de la vida y que se implica en nuestros problemas de cada día.


 C) DESARROLLO DEL ENCUENTRO

  

1. Acogida de los padres

-     Hay que seguir dándole mucha importancia a este momento inicial del encuentro. Por eso, el guía saludará a los presentes y les preguntará cómo les han ido las cosas desde el último encuentro y cuál es la impresión que tienen sus hijos después de estas primeras semanas de catequesis.

-     Si hay algunos padres nuevos se les invita a que se presenten de manera sencilla.

   

2. Introducción del tema

- El guía recuerda a los padres que en el primer encuentro se hizo una presentación del hecho de ser cristianos. En esta nueva sesión se quiere centrar la reflexión y el diálogo en si merece o no la pena creer en Dios y en cómo nos situamos ante la afirmación cristiana de que Dios es nuestro Padre.

   

3. Exposición testimonial

-     En este momento del encuentro el guía plantea a los padres el tema, procurando evitar que sea algo frío y monótono en el fondo y en la forma sino que trasmita con garra la problemática subyacente, que tenga en cuenta lo que puede estar presente en la mente de los padres y que les ayude a interpelarse personalmente sobre Dios y su condición de Padre.

-     A continuación se ofrecen algunas ideas de por dónde podría ir esta exposición:

a. ¿Qué piensas de Dios?

- A estas alturas de tu vida ¿qué te evoca la palabra Dios? Sin duda oíste hablar de Él siendo niño y sobre Él te surgieron bastantes preguntas cuando fuiste creciendo. ¿Qué imagen de Dios has tenido y tienes? Alguien importante, todopoderoso, a quien se puede recurrir cuando algo gordo sucede en la familia; alguien contra quien uno arroja todas sus insatisfacciones; el culpable del dolor y el sufrimiento (o al menos el que permanece indiferente ante él); alguien a quien se le hacen preguntas pero del que nunca se reciben respuestas. Quizás alguien de quien no se quiere hablar, que provoca discusiones, que pide cosas imposibles, que es un juez que vigila para ver si nos pilla haciendo algo malo. Tal vez pienses que en realidad es un asunto de mujeres viejas o una reliquia propia de la ignorancia de unos tiempos pasados que hay que superar… O tal vez es alguien lejano, desconocido, ignorado, que pertenece a otra esfera y está al margen de lo que nos toca vivir día a día.

- Creer en Dios o no tiene consecuencias a la hora de encontrar sentido o no a mi propia vida (y muerte), a mi capacidad de pensar y querer, a la belleza o al orden que existen en la naturaleza, al bien que también existe en el mundo y a mi alrededor… ¿Es todo azar y sinsentido o hay Alguien que llena de sentido la realidad cotidiana?

¿Qué sentido tiene tu vida, qué haces aquí, merece la pena esta vida, y después qué…? Es hermoso el amor al esposo, a la esposa, a los hijos, al trabajo, es hermosa la belleza que encuentro en el mundo pero… ¿todo eso te basta para llenar de sentido a tu vida? ¿La fe en Dios te da claves para descifrar el sentido último de tu existencia como ser humano que eres?

b. Los cristianos creemos que Dios es nuestro Padre

- Los cristianos creemos en Dios pero no en un dios cualquiera. El Dios de los cristianos, el Dios del que nos habla la Biblia es un Dios que nos ha creado por amor y que por amor nos acompaña y sostiene cada día. Ese Dios es un Dios personal, no es una idea, no es un objeto, sino Alguien cercano, de corazón tierno y misericordioso.

Jesús nos descubre que Dios no es un ser lejano, abuelete y blando, de supermercado que no se implica sino un Dios Padre, para quien todos y cada uno somos importantes, que nos conoce por nuestro nombre y en lo más profundo, que se preocupa de cada uno de nosotros, que sufre con nuestro dolor, que se alegra con nuestras alegrías, que quiere nuestra felicidad, que sabe lo que somos y nos ama sin condiciones…

- Es un Dios que, precisamente porque nos ama, quiere que actuemos con libertad. No somos seres teledirigidos, sino seres acompañados por un Dios que sigue el ritmo de mi propia historia, de mi propia andadura, que respeta las curvas de mi camino, de mi forma de ser y de mis ritmos, pues en la historia no está todo hecho o decidido de antemano.

- Es un Dios que comparte con nosotros la responsabilidad de crear un mundo mejor y que, por consiguiente, cuenta contigo y conmigo para que hagamos cada día todo lo que sepamos para mejorar el mundo. No nos da las cosas hechas sino que nos da la inteligencia y la voluntad y quiere que las pongamos a trabajar.

-     Y todo esto aunque sigue habiendo dolor, muerte, catástrofes, necesidades no satisfechas... Que tengo que llegar a fin de mes, y estando convencido de que la crisis la pagamos los de siempre…. Por tanto, un Dios Padre, Amigo del hombre, que no quita el misterio del dolor, pero que en Jesús nos enseñó cómo vivirle…  

 

4. Texto bíblico significativo: La parábola del padre misericordioso (Lc 15,11-24)

También Jesús les dijo a los fariseos y a los escribas: Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. Y el Padre les repartió el patrimonio. A los pocos días, el hijo menor recogió sus cosas, se marchó a un país lejano y allí despilfarró toda su fortuna viviendo como un libertino. Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran hambre en aquella comarca, y el muchacho comenzó a padecer necesidad. Entonces fue a servir a casa de un hombre de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Habría deseado llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco lIamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se puso en camino y se fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos. El hijo empezó a decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Traed, en seguida, el mejor vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y lo hemos encontrado”. Y se pusieron a celebrar la fiesta.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la música y los cantos, llamó a uno de los criados y le preguntó qué era lo que pasaba. El criado le dijo: “Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano”. Él se enfadó y no quería entrar. Su padre salió a persuadirlo, pero el hijo le contestó: “Hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitutas, y le matas el ternero cebado”. Pero el padre le respondió: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegramos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.

Pistas para dialogar

-     Hay que fijarse particularmente en la actitud del padre. En él, Jesús quiere mostrarnos el auténtico rostro de Dios como Padre.

En el padre hay que subrayar: 1/ cómo respeta la libertad del hijo menor: dejó que le tratara como si estuviera muerto (al pedirle la parte de la herencia) y que se marchara de casa (a pesar del disgusto que le supuso).

2/ cómo ama incondicionalmente a los dos hijos: al pequeño esperándole todos los días, perdonándole y acogiéndole festivamente cuando vuelve (“porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y los hemos encontrado”); al mayor saliendo a buscarle y deseando que entre para acoger a su hermano que ha vuelto a casa.

¿Qué imagen tengo yo de Dios? ¿Se parece al padre de la parábola?

-     En un segundo momento –si hay tiempo- puede profundizarse en la actitud de los hijos para vernos reflejados en cuanto hijos de Dios y hermanos de los otros.

En el hijo pequeño destaca: 1/ su comprensión de la libertad como deseo de marchar de casa liberándose de su padre (porque pensaba que estar con el padre le impedía ser feliz) y hacer lo que le apeteciera (gastar dinero, darse a la buena vida, fiestas…)

2/ el dinamismo destructivo al que le conduce esa manera de vivir: acaba comiendo las algarrobas de los cerdos.

3/ la oportunidad de reflexionar y de reorientar su vida (recuerdo y decisión de volver a la casa paterna aunque sea como un criado) que surgen como consecuencia de la situación tan deplorable en la que se encontraba, haciendo realidad el dicho de que “No hay mal que por bien no venga”.

En el hijo mayor sobresale: 1/ el desconocimiento que tenía de su padre como un auténtico padre, deseoso de confiarle todo lo suyo pues en realidad vivía con él unas relaciones de amo/esclavo o jefe/asalariado. Carecía de la gozosa experiencia de vivir como hijo en la casa paterna.

2/ su negativa a reconocer a su hermano como tal (mientras habla a su padre refiriéndose a su hermano que ha vuelto como “ese hijo tuyo”, el padre le responde que debiera alegrarse porque “ese hermano tuyo” que estaba perdido había sido encontrado).

En la parábola está implícita la presencia de un tercer hijo: aquel que entiende lo que hay en el corazón del padre (un amor incondicional a cada uno de sus hijos) y lo hace suyo queriendo que vuelvan a la casa paterna. Ese tercer hijo es Jesús, el que llama Abba (Papa) a Dios, el que está en sintonía plena con Él y el que viene a recuperar a los hermanos perdidos.

¿En qué medida nos parecemos al hijo menor (pensando que estar con Dios y vivir de cara a Él nos impide realizarnos haciendo lo que nos apetece), al mayor (buscando vivir de cara a Dios pero sin vibrar con Él ni con la recuperación del hermano) y al tercer hijo (alegrándonos con el amor del Padre y la vuelta del hermano?

- Para seguir profundizando en el tema… podría ser interesante hablarles del libro de H. J. M. Nouwen: El regreso del hijo pródigo, Editorial PPC e invitarles a leerlo y darles la posibilidad de comentarlo personalmente o en grupo con posterioridad.

 

MATERIALES COMPLEMENTARIOS (para entregar a los padres en una hoja que pueden llevarse para leer y profundizar en casa)

-        Explicación testimonial (o una síntesis)

-        La parábola del padre misericordiosocon la pistas.

Textos para seguir reflexionando:

- Dios no está meramente presente en sus dones, está también activo, conservándolos para nosotros.

-     Dios está presente en todas partes, especialmente en la gente. Su alegría está en la sonrisa de un bebé, su amor por nosotros en el afecto de un niño, su vigor en la energía de un adolescente, su poder en las fuerzas de un atleta, su belleza en el rostro de una joven, su interés en la preocupación de unos padres, su sabiduría en la prudencia de los ancianos. Cada persona tiene dentro de sí algo de la bondad de Dios. Es una pena que cerremos los ojos a las huellas de Dios para vivir en la oscuridad y la tristeza cuando no tenemos más que abrir los ojos de la fe para percibirlo.

-     “Todo el mundo y todas las criaturas no serán para ti más que un libro abierto y una Biblia viva, en donde, sin que nadie te enseñe, podrás estudiar la ciencia de Dios y conocer su voluntad” (S. Franck).

-     Al ver toda la realidad creada como un don de Dios para mí ha de surgir en mí la necesidad de devolverle a Dios, con gratitud, estos mismos dones transformados en amor a los demás.

-     El petirrojo le dijo al gorrión: “Me gustaría de veras saber por qué estos afanosos seres humanos se apresuran tanto”.

Y el gorrión le dijo: “Amigo, estoy seguro de que tiene que ser porque ellos no tienen un Padre celestial que se cuide de ellos como se cuida de ti y de mí” (H. LEWIS, En casa con Dios, 65).

La verdadera felicidad la encontramos sólo en Dios. Este es el don que Dios concede a los que en él confían, le abren sus corazones y le sirven. La felicidad está en una vida centrada en Dios, en dejarle a Dios que asuma el control de nuestras vidas.

Dios parece buscar caminos misteriosos para aflorar en tu vida: una llamada en tu conciencia, un rayo de luz en tu sombría mente, como un sol en la noche cerrada, como un fuego que calienta tu gélido corazón (H. LEWIS, En casa con Dios, 76-77).

-     Me levanté temprano una mañana, y me lance a aprovechar el día. Tenía tantas cosas que hacer, que no tuve tiempo para rezar. Se me amontonaron los problemas y todo se me volvía cada vez más difícil. “¿Por qué no me ayuda Dios?” –me preguntaba. Y Él me respondió: “No me lo has pedido”. Quería sentir la alegría y la belleza, pero el día continuó triste y sombrío. Me preguntaba por qué Dios no me las había dado. Y Él me dijo: “Es que no me lo has pedido”. Intenté abrirme paso hasta la presencia de Dios, y probé todas mis llaves en la cerradura. Y Dios me dijo suave y amorosamente: “Hijo mío, no has llamado a la puerta”. Pero esta mañana me levanté temprano y me tome una pausa antes de arrostrar el día. Tenía tantas cosas que hacer, que tuve que tomarme tiempo para orar (Anónimo).

“La tarea de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es la de educar al hijo o la hija. Educar compromete mucho, a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano […]

Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir, si no, se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y no seremos ya capaces de educar a otros” (Benedicto XVI).

Oraciones

-     “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta” (santa Teresa de Jesús).

-     “Señor Dios, enséñame dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte… Tú eres mi Dios, Tú eres mi Señor y yo nunca te he visto. Tú me has modelado y me has remodelado y me has dado todas las cosas buenas que poseo, y aún no te conozco… Enséñame cómo buscarte… porque yo no sé buscarte a no ser que Tú me enseñes, ni hallarte si Tú mismo no te presentas a mí. Que te busque en mi deseo, que te desee en mi búsqueda. Que te busque amándote y que te ame cuando te encuentre” (san Anselmo).

-     Dios, Padre nuestro, no podemos nada sin tu ayuda. Si Tú no nos ayudas, podremos ver el ideal pero no podremos alcanzarlo; podremos conocer el bien pero no podremos hacerlo; podremos buscar la verdad pero no podremos hallarla. Ilumina nuestras mentes con tu Santo Espíritu para que pasemos del suponer al saber y de la duda a la certeza. Fortalece nuestra voluntad, para que pasemos del proponer al hacer, de la intención a la acción. Dios, Padre nuestro, hoy depositamos nuestra debilidad en tu fortaleza (W. Barday).

-     Padre misericordioso, concédeme que regrese a ti, haciéndome comprender lo mucho que valgo, ya que me has hecho a tu imagen y soy algo precioso a tus ojos. Rocíame con agua limpia y despójame de todos mis ídolos y de todas las cosas que me han apartado de ti. Dame un corazón nuevo y una mente nueva. Quítame este corazón de piedra y dame un corazón dócil.

-     Palabras que Dios nuestro Padre nos dirige a cada uno: Gracias por todo lo que eres para mí. Gracias por aceptar mi amor ilimitado, gracias por confiar en mí. Gracias por confiar en mis cuidados infinitos cuando es difícil verlos. Gracias por descargar sobre mí tus aflicciones, tus errores y todo lo demás. Gracias por prescindir de tu pasado y por querer que yo me encargue de todo. Gracias por advertir los dones que te he dado. Gracias por estar un rato conmigo. Y muchas gracias por dejar en mis manos tu futuro (J. Metzner).  

 

   5. Minutos para reflexión personal

-    Después de entregarles a los padres una hoja con la parábola del padre misericordioso, con otro material que ayude a la reflexión, se les hacen dos de las siguientes preguntas:

  •  Después de lo visto en este encuentro ¿cambia algo tu visión de Dios?
  •  ¿Creer o no creer en Dios te sirve para algo, influye en tu vida? ¿Es algo que hoy día merece la pena plantearse, repensarse…?
  •  ¿Qué tipos de padres queremos ser para nuestros hijos? ¿En qué nos puede iluminar la actitud del padre de la parábola para una mejor vivencia de nuestro ser padres y madres? ¿Cómo puedo reflejar con mi vida de padre o madre el rostro de Dios como Padre?

- A continuación se les invita a estar en silencio (puede poner un poco de música que ayude) unos 5 minutos reflexionando sobre las preguntas y lo tratado en el encuentro.

- Una vez acabada la reflexión personal, se puede invitar a los padres que digan en voz alta algo que les haya llamado la atención o ayudado en este encuentro.

   

6. Pequeño compromiso para vivir en casa

-     El guía propone a los padres un sencillo compromiso para realizar con sus hijos: ayudarles a aprender la oración del Padrenuestro de manera que sea una forma sencilla de dirigirse y hablar con Dios. Poco a poco sería bueno que los padres les fueran ayudando a sus hijos a comprenderlo y a vivirlo.

 

7. Oración final

- Puestos en pie todos los presentes y formando un círculo rezan despacio la oración que Jesús nos enseñó para dirigirnos al Padre: el Padrenuestro.

Si se ve oportuno puede rezarse con las manos unidas.

Puede hacerse alguna sencilla motivación de alguna de las partes del Padrenuestro. Por ejemplo: Padre: Abba (papá): palabra que expresa la relación de Jesús con Dios; Nuestro: la relación con Dios no ha de hacerse de forma individualista sino en familia, sintiéndonos hermanos de los demás y haciendo nuestras sus alegrías e inquietudes; Danos el pan de cada día: el alimento cotidiano, el pan de su Palabra y de la eucaristía; Perdónanos como nosotros perdonamos: el perdón (pedirlo cuando hacemos daño y regalarlo cuando nos hacen daño) como elemento clave de la vida familiar; No nos dejes caer en la tentación: de la desesperanza, de pensar que es imposible lo que en realidad es difícil.

Padre nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

-     Se puede acabar festivamente el encuentro haciendo una ola (de ida y vuelta) con los brazos.