“Un profeta llega a la plaza del mercado con un saco lleno de bolsas. ‘Hay dentro semillas especiales’, anuncia.
- ¿Especiales? ¿Qué tienen de especial? Pregunta la gente que lo rodea.
- Estas semillas no son para sembrarlas a voleo –explica-. Hay que sembrar cada día solamente una semilla. Y cada mañana debes regar el sitio donde has sembrado las semillas. Y cada tarde tienes que sembrar una nueva semilla. Y una vez que lo hayas hecho, inclina tu cabeza y da gracias a Dios por su amorosa presencia.
- Está bien –interviene un labrador-. Pero ¿qué hemos de hacer para estar seguros de que van a brotar?
- Oh, no te preocupes. Dios se cuidará de ello –le asegura el profeta.
- Y ¿qué es lo que producen? –pregunta curioso.
- ¡Sólo Dios lo sabe! –replica el profeta-. Los que las han empleado de este modo han descubierto que las semillas contienen poder para transformar el corazón.
La mayor parte de los oyentes se rió para sus adentros, dio media vuelta y se marchó. Sólo unos pocos se llevaron a casa las bolsas con cierta esperanza. Pero, también éstos se sintieron totalmente desilusionados cuando, al abrir las bolsas se encontraron con semillas aparentemente vulgares.
- ¡Se trata de una broma! –se dijeron. Y arrinconaron las bolsas en un trastero.
Solamente Prakash y su esposa Rohini, decidieron utilizar las semillas como era debido […] Prosiguieron cumpliendo con este ritual, con fidelidad, día tras día. Comenzaron a aparecer brotes, después árboles, después flores y frutos –de notable y exótica variedad […]
Los que regresaban de su visita al jardín no se cansaban de ponderar a sus vecinos las frutas deliciosas que habían probado, el exquisito aroma de las flores, el esplendor de los rostros de Rohini y Prakash. Estos por su parte, les indicaban el lugar donde habían sembrado ¡aquellas semillas especiales en su patio trasero!
(H. LEWIS, En casa con Dios, Bilbao 1996, 9-10).
Ojalá que estas páginas sean pequeñas semillas que pueden dar mucho fruto en los corazones de niños, padres y catequistas.
Este material que ofrecemos desarrolla una propuesta concreta para trabajar con los padres de los niños que se acercan a nuestras parroquias solicitando la Primera Comunión para sus hijos, normalmente niños que se encuentran en 2º y 3º de EPO. Se corresponde con la primera fase (Con Jesucristo en su Iglesia) de la segunda etapa (el momento prevalentemente catequético) del Plan de reiniciación de padres. Concreción del itinerario diocesano 6.A con propuestas para desarrollar con los padres durante el proceso catequético de sus hijos (de 7 a 12 años)[1].
Presupone, por tanto, que ya se ha realizado un trabajo previo con los padres durante la etapa del Despertar religioso en el que se ha buscado “discernir la situación de los adultos ante la fe y hacer surgir en ellos el encuentro con Cristo que lleve al deseo de reiniciarse en la fe de la Iglesia”[2].
Ofrecemos este material desde el convencimiento de la necesidad (y no solo de la conveniencia) de implicar catequéticamente a los padres si queremos que la siembra que se hace en sus hijos produzca frutos consistentes de vida cristiana (cf. Mt 13)[3]. “Ganarse” a unos padres tiene efectos multiplicadores pues ellos siembran en sus hijos en el día a día mientras que la catequesis parroquial tiene que conformarse con hacerlo normalmente una hora escasa a la semana.
Particularmente relevante es la participación de los padres durante estos años en los que, por una parte, mantienen con sus hijos una relación cercana, intensa y cotidiana (pasan mucho tiempo con ellos, se percibe habitualmente la complicidad y sintonía entre ellos…) y, por otra, comienzan a experimentar una cierta desorientación ante las dificultades que encuentran a la hora de educarles.
Somos conscientes de lo complicado que resulta implicar a los padres en esta labor[4]. Muchos están convencidos de que la catequesis es cosa de niños y, por tanto, a ellos no les tiene que afectar. Además, en muchos casos no se percibe en ellos interés por conocer mejor al Dios cristiano y crecer como cristianos. Aún a aquellos que manifiestan cierto interés por la propuesta les resulta difícil encontrar tiempo por las exigencias del trabajo fuera y dentro del hogar, el cuidado de otros hermanos[5]...
Por tanto, no es de extrañar que los resultados que han logrado hasta el momento quienes se han esforzado en este trabajo con padres y los que podamos ir alcanzando a corto plazo hayan sido y puedan ser más bien escasos y pobres. Esta experiencia negativa no debe llevarnos a tirar la toalla conformándonos con hacer lo que podamos con los niños. Más bien debiera suponer un estímulo para intentarlo de nuevo una y otra vez.
Si estamos convencidos de su importancia (es bueno y valioso tanto para los padres como para sus hijos y para la Iglesia) y, por tanto, de la necesidad de gastar energías pastorales en ello, intentaremos pacientemente que cuaje esta oferta evangelizadora, favoreciendo la cercanía afectiva y efectiva a esos padres concretos y sus circunstancias (intereses, preocupaciones, mentalidad…). Además sentiremos la necesidad de ayudarnos arciprestal y diocesanamente en la ardua tarea: compartiendo ilusiones, cansancios, inquietudes, materiales y coordinando mejor nuestros esfuerzos…
Pensamos que en esta primera fase de la segunda etapa del proceso conviene favorecer el encuentro de los padres con sus hijos y por eso se ofrecen no solo propuestas para encuentros de un guía (o catequista) con los padres sino también celebraciones conjuntas de padres, niños y catequistas.
2.1 Encuentros con padres
“Los encuentros formativos de los padres se centran en los núcleos temáticos fundamentales de iniciación en la fe que sus hijos vayan tratando en la catequesis [de acuerdo con el Catecismo de la Conferencia Episcopal Española Jesús es el Señor]. En el primer curso se parte de la conciencia de ser cristianos en la Iglesia y se profundiza en Dios como Padre y Creador y en Jesucristo, el Hijo de Dios y de María, que vino para salvarnos, que pasó haciendo el bien, que entregó su vida por nosotros y sigue vivo entre nosotros. En el segundo curso la temática se centra en el Espíritu Santo y su acción en la Iglesia a través de los sacramentos, particularmente en el bautismo, la reconciliación y la Eucaristía. Se concluye el curso con una mirada al futuro escatológico.
Los encuentros han de ser al menos mensuales, ya que tienen que servir para dos objetivos: tratar los temas que den sus hijos en la catequesis y para lograr que la revitalización de su fe vaya in crescendo. En ellos se profundizará a nivel de los adultos y teniendo en cuenta las inquietudes de los participantes en el núcleo temático correspondiente y se ofrecerán pistas para apoyar en el hogar los temas que estén dando los hijos en catequesis” (Plan de reiniciación de padres. Concreción del itinerario diocesano 6.A con propuestas para desarrollar con los padres durante el proceso catequético de sus hijos [de 7 a 12 años], 6,B,1).
En estos encuentros con los padres se pretende poner en diálogo la experiencia vital de los padres con los elementos esenciales del mensaje cristiano. Para ello, el guía de padres ha de realizar dos tareas fundamentales:
1/ sacar a la luz los planteamientos, interrogantes, inquietudes, dudas, esperanzas, convencimientos… de los padres;
2/ teniendo presente este contexto vital de los padres, ha de esforzarse por plantear cuestiones y ofrecer pistas que les ayuden a entender su vida cotidiana a la luz del mensaje cristiano y a sentirse invitados a vivir en cristiano las alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de su vida diaria.
Dado que estos encuentros se centran en los núcleos temáticos del Catecismo Jesús es el Señor (que es también el Catecismo de referencia de la catequesis de sus hijos) sería muy conveniente que los padres tuviesen y fuesen asimilando de forma progresiva ese Catecismo. No renunciemos a que cada hogar tenga, además de la Biblia o Nuevo Testamento, uno de los catecismos de la Iglesia en España, y éste de Jesús es el Señor, puede ser uno de ellos.
Los encuentros se estructuran de la siguiente manera:
Para que estos encuentros con padres puedan alcanzar sus objetivos pensamos que sería muy conveniente que los grupos estuvieran compuestos por unos diez padres. Si fuese muy difícil encontrar guías para varios grupos podría hacerse la primera parte del encuentro con todos los padres y dividirlos por la sala en grupos de unas diez personas para los momentos de diálogo.
2.2 Celebraciones de padres, niños, catequistas
“Además de los encuentros formativos, es necesario que la parroquia programe algunas celebraciones en las que se invite a participar a las familias (padres, hijos, hermanos, abuelos), junto con los catequistas y el sacerdote” (Plan de reiniciación de padres. Concreción del itinerario diocesano 6.A con propuestas para desarrollar con los padres durante el proceso catequético de sus hijos [de 7 a 12 años], 6,B,1).
Se intenta que estas celebraciones vayan en conexión con lo que los niños estén viendo en sus sesiones catequéticas ordinarias durante esos meses.
Las celebraciones se desarrollan básicamente de la siguiente forma:
La primera parte de la sesión catequética de los días en que hay celebración se realiza estando separados los padres y los niños. Los padres reunidos con el guía dedican ese rato (en torno a unos 25 minutos) a reflexionar como adultos en algunos aspectos del tema propio de la celebración. Por su parte, los niños -reunidos cada grupo con su catequista- preparan durante esos minutos algo sencillo relacionado con la celebración.
En la segunda parte de la sesión se juntan todos (niños, padres, catequistas, guía y sacerdote) en una sala (normalmente será en aquella en la que están los padres o en la capilla) para tener la celebración propiamente dicha.
Se proponen celebraciones que buscan favorecer la participación activa particularmente de los niños (y en menor medida de los padres y catequistas). Para ello se recurre al lenguaje expresivo de los signos y de las canciones; se tiene presente la Palabra de Dios; se recomienda la utilización de recursos audiovisuales (power point, mini-videos…); se dedica algún momento para el encuentro de cada niño con sus padres (y si no está presente ninguno de ellos con su catequista) para dialogar sobre alguna cuestión y decidir algún pequeño compromiso.
En estas celebraciones estarán todos los grupos de padres y de niños del primer curso.
Otras actividades
“También resultará enriquecedor la realización de alguna convivencia con los niños en la que se tenga presente la participación de la familia en algunos momentos y otras actividades pensadas para toda la familia como pueden ser: llevar el belén al monte, organizar un festival de Navidad, participar en el festival de la canción misionera, hacer una salida al monte o excursión…
En alguna actividad se debe iniciar en el compromiso caritativo. Puede ser con motivo de la campaña contra el hambre, o en otras iniciativas” (Plan de reiniciación de padres. Concreción del itinerario diocesano 6.A con propuestas para desarrollar con los padres durante el proceso catequético de sus hijos [de 7 a 12 años], 6,B,1).
El Plan de reiniciación -al referirse a estos guías- afirma que “se ha de procurar que sean creyentes cercanos y sensibles a la situación que están viviendo los padres y madres que se les confía, capaces de ayudar al grupo a dialogar y profundizar en la experiencia cristiana que van desarrollando, de comunicar su propia experiencia de búsqueda y encuentro del Dios revelado en Jesucristo y respetuosos con el ritmo que pueda llevar el grupo.
En un primer momento es posible que en muchos casos sean sacerdotes los encargados de animar estos grupos pero habría que esforzarse para que vayan incorporándose progresivamente laicos adecuadamente preparados para la tarea y particularmente padres y madres que vivan gozosamente su fe”[6].
Nos gustaría que el material que ponemos a vuestra disposición no se entendiera como algo acabado y encorsetado que hay que hacer exactamente tal y como se indica aquí. Más bien quisiéramos que lo propuesto para cada encuentro con padres y cada celebración con los padres, niños y catequistas fuese recibido como una invitación a la creatividad y la corresponsabilidad. Creatividad para recrear el material quitando, poniendo y, en definitiva, enriqueciéndolo con la experiencia personal, parroquial y arciprestal de quienes lo vayáis utilizando. Corresponsabilidad para compartir diocesanamente:
lo que vayáis viendo que os funciona en este trabajo con padres: recursos, dinámicas…, y también las dificultades que vayáis encontrando. Así podremos ayudarnos y enriquecernos mutuamente en esta labor con los padres que resulta tan importante como difícil de llevar a cabo.
ENCUENTRO O CELEBRACIÓN |
MES SUGERIDO |
TEMA |
Encuentro 1º y breve –cele. |
Octubre |
La alegría de ser cristianos |
Encuentro 2º |
Noviembre |
Dios es nuestro Padre |
Celebración 2ª |
Diciembre |
Hacer sitio a Dios en nuestro hogar |
Encuentro 3º |
Enero |
Jesucristo, el Hijo de Dios, uno de los nuestros |
Celebración 3ª |
Febrero |
Acoger a Dios que nos habla |
Encuentro 4º |
Marzo |
Jesucristo entrega su vida por amor |
Celebración 4ª |
Abril |
Jesucristo sigue vivo ¡Aleluya! |
Celebración 5ª |
Mayo |
La Virgen María, madre y modelo |
[2] Plan de reiniciación 6,A, pág.81. “Se articula en tres aspectos: formativo, celebrativo y comunitario. En el aspecto formativo se trabajará con las mismas experiencias de fe que sus hijos están recibiendo en su Despertar religioso pero a su nivel de adultos e intentando que respondan a sus inquietudes y a sus planteamientos sobre las cuestiones vitales, conjugando todo ello con el interrogante sobre la trascendencia con una iluminación cristiana. En el aspecto celebrativo, se fomentarán momentos de apertura a la trascendencia ligados a la propia vida y en celebraciones junto con sus hijos. En el aspecto comunitario se cuidará la acogida cordial y se intentará programar momentos de convivencia entre las familias del Despertar”.
[3] La Comisión para la Iniciación Cristiana se planteó la obligatoriedad o no de la participación de los padres en estos encuentros y celebraciones. La decisión fue de no hacer esta participación estrictamente obligatoria pero si pedir a las parroquias que se esfuercen para que todos los padres participen en ella: “creemos que es necesario que las parroquias sigan convocando a los padres de los niños que van a recibir la primera comunión” (n.2, p.82).
[4] En el Plan de reiniciación se señalan tanto los aspectos positivos como las dificultades: “En cuanto a lo positivo se subraya que: se crea un buen clima de diálogo con un trato más cercano y cordial que facilita que se conozca mejor a las personas y las situaciones concretas de las familias; se entablan relaciones de amistad entre los padres; se va percibiendo en esos padres menos recelos con respecto a la Iglesia y una mayor implicación en la vida parroquial (participar en la Eucaristía dominical, en el coro, en grupos de matrimonios o bíblicos, hacerse catequistas…).
Las dificultades que se ponen de manifiesto son las siguientes: son pocos padres (y mayoritariamente madres) los que se implican en estas propuestas formativas pues se ve la catequesis como cosa de niños, la religión como algo superado e innecesario, la falta de tiempo por parte de los padres (trabajo, actividades extraescolares de sus hijos…); cuesta pasar de lo estrictamente humano a lo específicamente trascendente y religioso; la debilidad en la fe de muchos padres; la falta de tiempo por parte de los sacerdotes y la escasez de personas preparadas y dispuestas para llevar estos grupos de padres; la dificultad que tenemos para sintonizar con los intereses y preocupaciones de los padres y ofrecerles un método que sea a la vez atractivo y que les ayude a avanzar en su fe; la ausencia de continuidad (al recibir la primera comunión muchos niños dejan la catequesis y sus padres también su itinerario formativo)” (n.2, p.82)..
[5] Una cuestión a plantearse es la posibilidad de ofrecer desde la parroquia alguna persona que se encargue de atender a los niños pequeños mientras sus padres están en los encuentros y durante la primera parte de los días de celebración. Muchas veces la dificultad viene porque los niños no quieren quedarse con las cuidadoras o porque los padres no quieren dejarlos.
[6] n.7, pág.83.